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La neta pechugona3

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Jefes nefastos y otras historias

Por: La Neta Pechugona

El jefe tanga.

Todos hemos tenido ese jefecito. Ya sabes, el que nadie sabe cómo se mantiene, pero todo mundo quiere que se caiga. 

El que odias, el que quieres masacrar y que ha cambiado tu vida y te ha enseñado cómo no quieres ser. 

A lo largo de mi vida laboral, que ya no es corta porque empecé a trabajar a los 20 años, me he topado con toda clase de jefes. 



Desde personas increíbles, hasta chavorrucos

Mi primera jefa, una mujer impecable y de carácter fuerte, me enseñó todo lo que se debe esperar de una mujer líder. 

Impasible, justa, ruda; Adriana, es uno de mis más grandes ejemplos a seguir. 

Nunca he visto más actitud de liderazgo que en ella.



En ese entonces reestructuraba una empresa desde los cimientos; y vaya que es un tema el generar cambios dentro de una. 

La gente está llena de paradigmas y por eso a nadie le caía bien, sobre todo al dueño de la empresa.

Se arrepentía con creces de haber dejado esta tarea en las manos de una mujer indomable. 

Al final, ella se fue de la empresa porque ésta no era lo suficientemente fuerte para una CEO mujer. Brutal ¿no? Y pensar que eso fue hace 10 años. 

Pero bueno, retomemos el tema: 

Todos hemos tenido ese jefecito que, en verdad, nos levantamos todos los días y preguntamos, ¿por qué chingados existe? 

Yo tengo dos casos que están para exhibirse en una vitrina y dejarlos en un museo. 

Por supuesto no diré los nombres, porque seguramente leerán la columna, porque todos los jefes nefastos… saben que son una patada en los ovarios.

Tampoco quiero exhibirlos, porque quiero creer que en algún momento cambiarán y mejorarán como personas. #espero #oremos.

El jefecito número uno

A decir verdad, no era malo en su trabajo; era la manera kool-aid en la que trataba a su personal. 

La mayoría se rompía el lomo diariamente para sacar adelante la chamba. Todo para que en la junta semanal, el jefecito dijera que eran unos mediocres y que estaba decepcionado. 

Y eso es lo peor que le puedes hacer a un equipo, pues en lugar de motivar, generas miedo y desanimas a tu gente. 

El deporte favorito del jefecito era agarrarse por mes a un puerquito: lo explotaba, en las juntas lo ponía en evidencia, hasta que, por arte de magia, o renunciaban o lo corrían… lo que sucediera primero. 

Cabe recalcar que el jefecito tenía una piraña a lado que le chismeaba todo y lo manipulaba bien y bonito. Y si llegaba alguien que pudiera reemplazarla, lo destruía antes de pudiera hacerlo. 

Rémoras laborales, les decimos. 

Conmigo no se metía porque yo tenía un jefe interino que, a decir verdad, ha sido uno de los grandes líderes que ha cambiado mi vida para bien. Pero bueno, eso es punto y aparte. 

Cuando el gran jefe decidió meterse conmigo, ahí cambió la cosa. 

Porque como ustedes saben soy todo menos mansita, así que puedo decir que nunca me dejé y eso le ponía los pelos de punta. 

Déjenme decirles que el jefecito tenía sus dejes machistas y comentarios que hacían sangrar mis orejas. Pero ya sabes, te ríes porque si no, tu pescuezo es el que sigue en la línea. 

A mí esos comentarios me sabían a rata sin bañar. 

Andaba por los pasillos con los hombres diciendo cosas como: 

«Mira esa niña, es como langosta tiene toda la carne en la cola.» 

«No me gusta ese uniforme, me gusta el que queda más apretadito.» 

«¿No te duele la espalda con tanto peso?» 

 

Ya sé, ¡odioso! Ni el maestro Roshi era tan hijo del mal.  

La gente decía que lo tenían ahí porque, finalmente y fuera como fuera, funcionaba. 

Pero, ¿a qué costo? 

Mi segundo caso, sí qué pena, era mujer

La jefecita tanga llegó al que era su puesto por azares del destino… o por lo que se dice: contactos. 

No era mala persona, pero era pésima jefa y una asquerosa líder. No tenia idea de lo que hacía. 

Acabó con su equipo en menos de un año, todos se fueron. 

Ella odiaba la retroalimentación, nunca te decía qué hacías mal y al final acababas regañado y sintiéndote pésimo. 

De una u otra manera, ponía a todos en contra. Lejos de preocuparse cuando te veía mal, te decía que no fueras poco profesional y que siguieras. Así me dijo en una ocasión en la que estaba triste y estresada por tener a mi abuelo enfermo. 

Nunca brindaba reconocimiento y cuando algo salía bien cacareaba el huevo como si fuera suyo. 

Eso bajaba los ánimos del equipo y creaba un ambiente tenso. 

Quiero decirles que no todo fue tan malo, gracias a ella decidí mejorar mi educación para ser una líder y no una mala jefa. Me dio el mejor consejo de vida:

«Haz todo para ti.» 

Soy humana y sé que en muchos aspectos puedo mejorar. Seguramente, tampoco fui perfecta, pero querer es poder y juro que aún trabajo en eso. 

Así que, jefecitos tanga, quiero agradecerles por hacerme ver qué es lo que no quiero ser y a dónde quiero llegar. 

Prueba superada. 

Les comparto algunas cosas que me hicieron llegar acerca de los jefes nefastos. Escogí los mejores y los que se repetían bastante: 

 

«Aún después de tanta supuesta preparación, ha de ser muy triste seguir siendo un pobre cavernicolita.»

 

«Te perdono porque tu bajo nivel intelectual hace que te comportes así.» (Real no fake, así le dije)

 

«Oye… acabaste la prepa?»

 

Le aconsejaría ser más humano y agradecido con la gente que lo ayuda a que su empresa funcione.

 

Vivo a 45 kilómetros del trabajo, ¡creo que puedo llegar 5 minutos tarde! A eso se le llama empatía. 

 

«Eres un nefasto sin inteligencia emocional y sin vida propia, y para colmo, machista.»

 

«Quien te crió… Para tratar así a la gente.»

 

«Viejo negrero»

 

«Eres un junior, lo único que has tenido en tu vida es suerte.«

 

«Brother, rodearte de chingones no te hace un chingón; te hace chingón enseñar a ser chingón.»

 

«No hagas juntas en viernes a las 8 am, ten tantita madre.»

 

«Entonces siéntese y hágalo usted mismo.»

 

«Odio hacer tu chamba y, pa’ colmo, que a mí me paguen 5 veces menos por hacerlo.»

 

Créanme que la lista continua. Como conclusión, puedo decirles que la clave para NO ser ese jefe hojaldra es: 

Ama lo que haces y comparte tu pasión. Sé humano y empático (no cuesta nada escuchar). Intenta ser justo, y cuando creas que se te está subiendo a la cabeza, pide ayuda.

Todos somos humanos, pero tú decides, cuán humano puedes ser. 

 

#lanetapechugona 

 

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